Las Valores Fundamentales de una Empresa

Las Valores Fundamentales de una Empresa

Fragmento tomado de la obra:

GESTIÓN DE LA IDENTIDAD EMPRESARIAL
AUTOR: J. ARTURO LONDOÑO

Toda empresa está conformada por un grupo de personas donde cada cual tiene una función específica, función que se cumple mediante el propio ejercicio laboral, pero cada uno de estos empleados es, a su vez, el producto de una herencia mas una realidad cultural, una problemática social, una situación familiar, un estado de cultura o de preparación académica, de unos intereses específicos, unas metas y proyectos de vida, de sus creencias religiosas además de un sinnúmero de coyunturas que van integrando su vida y que en su vivencia cotidiana van formando en éste una secuencia constante, cambiante y adaptable a cada momento vital, acorde con las presiones que generan en él mismo todos los factores antes mencionados; esta secuencia establece en la mente de cada persona, un orden de prioridades que van desde lo más vitalmente necesario, hasta lo más trivial, desde lo más enaltecedor hasta lo más ruin, desde lo simpático hasta lo desagradable, siempre llevando un orden relacionado con extremos y medios, a este orden de prioridades en el conjunto de la información que maneja cada persona se le conoce como escala de valores.

 

En efecto la escala de valores es la directriz máxima que cada persona plasma en su mente y que sirve como el parámetro para evaluar y clasificar la información que recibe de su alrededor, de conformidad con sus necesidades, convicciones, intereses, deseos y todos los factores que en determinado momento influyen para la toma de las decisiones que le corresponden. Así entonces, se hace lógico entender que cada persona posee una escala de valores, la que en muchos aspectos puede coincidir con la misma escala en otros, pero resulta importante tener en cuenta que cada uno posee o más bien “elabora”, su propia escala, desde sus posibilidades, convicciones e intereses, y que así, cada persona aportará a su conglomerado una escala diferente, donde los puntos de concordancia serán el elemento conjugador o el canal que unificará los códigos de comunicación para establecer las relaciones de todo tipo y propósito.

 

Una persona puede cambiar, como se expuso anteriormente, algunos elementos en el orden de su escala de valores, de conformidad con las situaciones particulares y las presiones a las que se vea sometido en determinado momento, es este un comportamiento marcado por la definición misma del concepto, pero lo que sí es importante destacar en este análisis, es el hecho que cada acto del individuo obedece a lo dictaminado por este orden mental establecido y que cuando un acto o pensamiento no está en conformidad con sus valores, la respuesta interna y en muchos casos externa es de frustración, se genera un cierto sentimiento de culpa e incluso un determinado comportamiento social o manifestación de inconformidad, dado que se involucra en una compleja situación de autojuicio, de autocrítica, de insatisfacción interior originada precisamente en esa incoherencia entre el acto y el pensamiento.

 

Puede entonces el lector plantearse el cuestionamiento que surge ante las actitudes de personas que llevan a cabo actos altamente sancionables, actos que atentan en su esencia contra los más elementales valores de la escala socialmente aceptada, tales como crímenes, delitos en general o actos sustancialmente perversos o aberrantes; lo que sucede aquí devuelve el razonamiento a la definición del concepto, debido a que cada persona tiene su propia escala de valores, diferente a la de los demás y aunque existen valores que el consenso general da por aceptados y evaluados como de máxima importancia, existen asimismo otras personas que por diversas circunstancias, discutibles en otros ámbitos de la teorización, operan bajo parámetros o escalas donde lo valioso para todos no es tan valioso e incluso en ocasiones carece de valor para ellos y aunque el desconocimiento de la ley no los exime de la responsabilidad ante el delito, es claro que se sienten sancionados por actos que para ellos no son sancionables.

 

De igual modo es importante tocar en este análisis el caso de quienes teniendo conciencia clara y unificada con el contexto de los valores, incurren en faltas tratando de justificarlas dentro del marco de sus situaciones individuales, aquí vale la pena entender que la justificación de los actos es una defensa que nuestra psiquis ha creado para menguar de alguna forma la autosanción o el rechazo del propio juicio, el juicio de la conciencia, que entre otras cosas es el más estricto e inapelable de todos los procesos de evaluación de los actos que puede tener una persona; pero tanto la persona como el medio que también la incrimina tienen claro que para el caso, el fin no justifica los medios.

 

Fuente: J. Arturo Londoño en Gestión de la identidad empresarial.